sábado, 8 de diciembre de 2012

Dancing In The Dreams Cap1

CAPÍTULO 1-DANCING IN THE DREAMS

Mi madre sabía que su polio no había sido una maldición sino una prueba a la que Dios la había sometido para que la superase y ella inspiró en mí un amor por Él que siempre conservaré. Me enseñó que mi talento para cantar y bailar era tanto obra de Dios como una puesta de sol hermosa o una tormenta que deja nieve para que los niños puedan jugar con ella. A pesar de todo el tiempo que pasamos ensayan o y viajando, mamá encontraría tiempo para llevarme al Salón del Reino de los Testigos de Jehová, usualmente con Rebbie y LaToya.
Años más tarde, después de haber dejado Gary, hicimos una representación en «The Ed Sullivan Show», el espectáculo en directo de variedades del domingo por la noche en el que América vio por primera vez a The Beatles, Elvis y Sly and The Family Stone. Después del espectáculo, Mr. Sullivan nos felicitó y nos dio las gracias a cada uno de nosotros; pero yo estaba pensando en lo que él me había dicho antes del espectáculo. Yo había estado vagando por el escenario como el muchacho del anuncio de Pepsi y tropecé con Mr. Sullivan. Él pareció que se alegraba de verme y me dio la mano, pero antes de que la soltase tuvo un mensaje especial para mí. Estábamos en 1970, año en el cual algunos de los mejores intérpretes de rock estaban perdiendo sus vidas a causa de las drogas y el alcohol. La generación mayor, más sabia, en el negocio del espectáculo no estaba dispuesta a perder a sus miembros más jóvenes. Algunas personas ya habían dicho que yo les recordaba a Frankie Lymon, un gran cantante joven de los años cincuenta que perdió la vida de aquella manera. Ed Sullivan puede que hubiera estado pensando en todo esto cuando me dijo: «Nunca olvides de dónde viene tu talento, tu talento es don de Dios. »
Yo me sentí agradecido por su amabilidad, pero podría haberle dicho que mi madre nunca dejó que lo olvidara. Nunca tuve la polio, que es un pensamiento aterrador para un bailarín, pero yo sabía que Dios me había probado a mí y a mis hermanos y hermanas de otras maneras: nuestra copiosa familia, nuestra casa diminuta, la pequeña cantidad de dinero con la que teníamos que llegar a fin de mes, incluso los tipos envidiosos de la vecindad que tiraban piedras contra nuestras ventanas cuando ensayábamos, gritando que nosotros nunca tendríamos éxito. Cuando pienso en mi madre y en nuestros primeros años puedo decir que existen recompensas que van mucho más allá del dinero y de los aplausos y premios del público.
Mi madre fue una gran promotora. Si ella creía que uno de nosotros tenía interés en algo, nos animaba si existía algún camino posible. Si yo desarrollaba interés en estrellas de cine, por ejemplo, ella venía a casa con un montón de libros acerca de estrellas famosas. Incluso teniendo nueve hijos ella nos trataba a cada uno de nosotros como a un hijo único. No hay ninguno de nosotros que haya olvidado alguna vez lo duramente que trabajó y la gran promotora que fue. Es una vieja historia. Todos los niños piensan que su madre es la más grande del mundo, pero nosotros, los Jackson, nunca perdimos aquel sentimiento. Dada la gentileza, el calor, y la atención de Katherine no puedo imaginarme cómo se puede crecer sin un amor de madre.
Una cosa que sé acerca de los niños es que si ellos no reciben de sus padres el amor que necesitan, lo conseguirán de otra persona y se aferrarán a la misma, un abuelo, alguien. Nosotros nunca tuvimos que buscar a nadie más estando mi madre cerca. Las lecciones que nos enseñó fueron de incalculable valor. Amabilidad, amor y consideración para los demás encabezaban su lista. No hacer daño a la gente. No suplicar, nunca ir de gorra. Estas cosas eran pecado en nuestra casa. Ella siempre quiso que nosotros diéramos, pero nunca quiso que pidiéramos o suplicáramos. Así es ella.
Recuerdo una buena historia acerca de mi madre que ilustra su modo de ser. Un día, de vuelta a Gary, cuando yo era realmente pequeño, un hombre llamó a todas las puertas por la mañana temprano. Sangraba de tal manera que se podía ver el camino que había seguido por el vecindario. Nadie le quiso dejar entrar. Finalmente llegó a nuestra puerta y comenzó a llamar y dar golpes. Mi madre le dejó entrar enseguida. Ahora bien, la mayoría de la gente hubiera estado demasiado asustada para hacer eso, pero mi madre es así. Puedo recordar que me desperté y encontré sangre en nuestro suelo. Me gustaría que todos pudiéramos parecernos más a mi mamá.
Los primeros recuerdos que tengo de mi padre son de verle viniendo de la fundición con una gran bolsa de donas glaseadas para todos nosotros. Mis hermanos y yo podíamos entonces de veras comer a cada momento; aquella bolsa desaparecería en un abrir y cerrar de ojos. Él solía llevarnos al tio-vivo del parque pero yo era tan pequeño que no lo recuerdo muy bien.

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